Han pasado varios años desde que un reducido grupo de personas gays motivadas por su fe se reunía a puertas cerradas por miedo a los demás en la Iglesia. Hoy ese grupo ha crecido y camina, junto a mamás y papás de hijos homosexuales, motivados por la búsqueda del respeto y la inclusión plena de su realidad en una Iglesia que en muchos aspectos se ha abierto pero que en otros, como el de la diversidad sexual, levanta muros, reaccionando con desproporción por miedo a lo que desconocen. Con el tiempo hemos aprendido a descifrar esos muros, reconociendo de qué están hechos.
La resistencia de algunos sectores de la Iglesia frente a la realidad LGBT+ ha ido en aumento. Se ha difundido un concepto lamentable, equívoco y desfigurado como es el de la “ideología de género”, para englobar conocimientos, ideas y situaciones distintas pero que manipuladas desde un mismo prisma nos convierten en una amenaza por pertenecer a la diversidad sexual.
Extrañamente se olvida algo fundamental: los que cabemos bajo el paraguas de la Diversidad Sexual, además de ser siempre una minoría de la humanidad, hemos sido históricamente perseguidos y maltratados. Difícilmente, desde nuestra posición podríamos ponernos en una actitud de imponer el yugo de una “dictadura”. La nuestra es una lucha justa; buscamos lograr el respeto y la comprensión de una realidad que, en clave de fe, desde la Pastoral de la Diversidad Sexual, afirmamos como también querida por Dios. ¡Y claro que resulta una reivindicación difícil! Si debemos enfrentar además la inadecuación del Magisterio de la Iglesia para referirse a nosotros y la odiosa insistencia de enarbolarlo como caballo de batalla por muchos laicos, sacerdotes y obispos, que hacen una lectura integrista de esos documentos y los transforman en herramientas de discriminación y ofensa.
Pero la palabra difícil de ningún modo significa imposible. Porque la Padis+ no habla como un grupo contestatario, rebelde, ideológico o político. Habla desde la humanidad de las personas que la integran, los homosexuales que aun siendo perseguidos mantienen su fe viva en Jesucristo, y habla desde las madres y los padres que no aceptan que la propia Iglesia se convierta en otro espacio más de la sociedad donde estar no es bueno para ellos ni sus hijos homosexuales, por la rigidez que pudiera convertirla en un factor de riesgo en vez de un espacio de protección.
La Pastoral de la Diversidad Sexual habla desde la experiencia de creyentes que son sujetos de su fe y saben que sus sexualidades no son un error, una enfermedad ni corresponde a un estado provocado por la ausencia de alguna imagen paterna/materna, o se es víctima de alguna desafortunada circunstancia biográfica. El hombre y la mujer de la Padis+ sabe que su vida tiene mucho qué decir, su testimonio tiene en sus entrañas una verdad que viene también de Dios. ¿Acaso no es necesario oír más este testimonio y que también es parte de la creación?
Muchas puertas pueden cerrarse a la Padis+. De colegios, universidades, conventos y catedrales. Pero muchas otras se abrirán, tal vez pequeñas, anónimas, sencillas. Y, sobre todo, se abrirán las puertas de muchos corazones que saben que el reconocimiento de las personas con una orientación sexual distinta no significa fomentar una ideología o pretender una imposición. Es un acto de respeto a una realidad humana que insistentemente quiere ser acallada.
El Evangelio de Jesucristo es la piedra fundamental de esta Pastoral. En esa Buena Noticia, ninguna mujer y ningún hombre queda afuera del anuncio del Reino de Dios. ¿Por qué deberíamos constituir una excepción? ¿Por qué tendríamos que renunciar a nuestra capacidad de amar desde lo que somos, para “calificar” para el Reino de los Cielos?
¿Por qué negar la realización de la vocación al amor a la que la comunidad LGBT también está llamada? ¿Por qué no mirar creativamente estas situaciones y encontrar juntos en la Iglesia el camino de mayor dignidad que tendrá que traducirse asimismo en nuevas instituciones? ¿Por qué no mirarnos como Dios nos mira?
Estamos en tiempo de revisiones y aperturas aunque muchos no lo quieran. Vivimos un tiempo en que el Evangelio debe ser reivindicado; donde Jesús piedra fundamental de nuestra fe y su “Ama a tu prójimo como a ti mismo” reclama aún más ser la sustancia esencial del tejido que nos vincula como seres humanos. Y desde esta piedra, la realidad de la diversidad sexual se quiere sostener, porque tiene derecho a hacerlo y el deber de anunciarlo. Porque, antes que todo, un homosexual católico tiene la misma misión que sus hermanos heterosexuales: anunciar a Cristo en la sociedad que le ha tocado vivir. Incluso, en la sociedad de la exclusión, el enfrentamiento, la ideología de género de los conservadores, la indiferencia, el materialismo, la soledad, el individualismo.
El testimonio de los excluidos resulta ser el mensaje de la empatía, de la cercanía, de la alegría por ser uno mismo en medio de este mundo que quiere escuchar más buenas noticias. Y ahí, quiere estar la Padis+.
Consejo 2017