Los que ya no están: recordando a Fernando y a David

Publicada el 12 de Enero del 2018

Tuve dos profesores que dejaron huella en mi vida escolar y universitaria. El primero de ellos fue Fernando, un profesor de Literatura en mis últimos años de Humanidades y que además fue el primer orientador profesional del Colegio, disciplina que por esos años era toda una novedad. Carismático, jovial, muy serio profesionalmente y con una fuerza interior muy profunda para transmitir valores permanentes que a los jóvenes que nos asomábamos a la vida nos caló hondo.

El otro profesor fue David. Lo tuve en mis primeros años en la facultad de Arquitectura, años en que los sueños no tienen límites. David nos animaba para que nuestros sueños se ampliaran aún más, presentándonos autores y maestros completamente desconocidos por mí hasta ese momento.

Un año cuando retornamos en marzo a clases, David no estaba, había sido reemplazado. No supimos mucho qué le había ocurrido, solo volvimos a verlo un año más tarde. Solo entonces nos enteramos que después de una depresión tremenda y tras una larga terapia, asumió su orientación homosexual. Se le veía feliz y muy pleno; entre clase y clase se paseaba por los pasillos de la facultad, tejiendo a crochet y paseando un perrito pekinés. Después del 11 de septiembre del 73 tuvo que sumergirse en la clandestinidad, pues sus ideas no calzaban exactamente con las del General.

A mi otro profesor, Fernando, le perdí la pista. Después de casarse se fue a Europa a estudiar un post grado. Cuando volvió a Chile fui yo el que partí.  A través de una tía mía, que también lo conocía, empecé a recibir algunas noticias: el Feña está enfermo, el matrimonio del Feña está mal, el Feña está en terapia, el Feña se separó, ¡oh escándalo! al Feña “se le soltaron las trenzas”, ¡al Feña “se le dio vuelta el paraguas!”…

No sé si fue al mismo psiquiatra al que acudió David, pero el diagnóstico fue el mismo para Fernando: “eres gay y tienes que asumirlo”… El bueno de Fernando que era un hombre de sólidos principios y no quería vivir engañando a nadie, lo asumió valientemente. Esta fue la razón verdadera de la ruptura con su mujer, pero además, se alejó de su familia que nunca aceptó su orientación.

Fue entonces cuando la última carta que recibí de mi tía me trajo una tremenda noticia: el Feña se había suicidado.

Supongo que Fernando y David nunca se conocieron. Solo tenían en común el haberme tenido como alumno y el haber sido dos hombres que asumieron su homosexualidad, quizás, frente al mismo terapeuta y que en esa época eran pocos los que trataban estos casos. Pero, también, ambos tenían una gran diferencia: David era ateo y marxista, mientras que Fernando fue un creyente convencido. Con la distancia de los recuerdos pienso que a David lo salvó su ateísmo militante y a Fernando lo condenó su catolicismo ferviente…

Nunca supe detalles del suicidio del Feña, si dejó alguna carta o algún indicio sobre aquello. Pero si supe que su ex mujer se volvió a casar y formó otra familia. 

Quiero creer para la reivindicación de Fernando, que su sacrificio no fue un acto de rebeldía por haber aceptado su orientación, sino, que fue un grito de dolor y protesta contra todos nosotros, su propia familia que lo discriminó y toda la sociedad que no lo acogió, ni le dio una oportunidad para que desarrollara sus talentos que eran muchos.

En los años que viví en el extranjero tuve la oportunidad de conocer a diferentes Fernando que adoptaron un distinto tipo de suicidio: el auto exilio, lejos, bien lejos, para escapar de tanta indiferencia y nula comprensión de sus más cercanos.

Pido ahora, a 40 años de esos tristes sucesos, que cerremos los ojos y pensemos en algún Fernando que hayamos conocido y recemos por ellos y para rendirles un pequeño homenaje, recordemos en voz alta los nombres de ellos…

Fernando, José Ignacio, Milton, Luis Alberto, Guillermo, el hermano de la Carola…

Amén

José Luis