De todo lo vivido durante la fiesta jubilar del pasado 6 de septiembre, día en que compartimos una eucaristía en la “Iglesia del Jesu” y cruzar la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, hay cuatro momentos que aún resuenan en mi mente y corazón.
El primero, los testimonios compartidos durante la eucaristía: historias de vida con heridas sanadas y otras aún en camino. No desde la queja ni el resentimiento, sino desde la experiencia del amor de Dios, Padre y Madre, que acoge sin juzgar, que desea nuestra felicidad y nos impulsa a vivir la fe y la diversidad sexogenérica en armonía y plenitud.
El segundo momento fue escuchar las palabras del vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Francesco Savino. Sus frases sobre la restitución de nuestra dignidad, tantas veces negada dentro de la Iglesia, fueron como un bálsamo. Sentí que se abría un nuevo espacio de reconocimiento para quienes seguimos a Jesús desde nuestra verdad más profunda.
El tercero, atravesar la puerta santa en San Pedro. Tocarla, cruzarla… fue un gesto cargado de sentido. Un signo visible de que la Iglesia jerárquica nos abría las puertas, como al resto de peregrinos.
Y, finalmente, la visita a la tumba del papa Francisco. Allí solo quise dar gracias: por su presencia, por su coraje y por haber allanado el camino que hoy transitamos.
Ahora nos toca seguir. Continuar con nuestra misión arcoíris, abriendo nuevas puertas en nuestras iglesias locales, sabiendo que no caminamos solos, sino acompañados por el cariño y la fe compartida de nuestras hermanas y hermanos de otras Padis+.
José García González
Padis+G Sevilla e Ichthys