Lo que viví y compartí en el Jubileo de la diversidad

Publicada el 16 de Octubre del 2025

Por Cristóbal Rodríguez Hernández


Tras permitir que las emociones experimentadas reposen, vuelve al corazón una nota de profunda alegría y la confirmación de estar en el camino justo, gracias a los días vividos durante el Jubileo de la Tenda di Gionata y otras asociaciones LGBTIQ+.

Para mí fue un regalo estar en la acogida, saludar a quienes llegaban, intercambiar una palabra con tantos que ya nos conocíamos y con otros a los que encontrábamos por primera vez. Sentí un profundo vértigo al tener que prestar mi voz y mi acento subtropical a la bienvenida de los grupos de habla hispana. Vibré al comenzar la celebración de la misa y ver desde el altar una iglesia llena, no solo en el sentido físico del término, sino con una asamblea que cantaba y sentía al unísono.

Si tuviera que destacar algunos sentimientos más sobresalientes, serían sin duda la pertenencia a una comunidad, grande, diversa, plural, pero una comunidad creyente que busca y se interroga sobre cómo hacer espacio al Reino de Dios, cómo implementar el magis del amor en todo aquello que llevamos a cabo. A esto se suma un fuerte sentido de responsabilidad, ya que al ser puente como pastor entre los creyentes LGBTIQ+ y el resto de la comunidad, tengo una buena noticia que anunciar, que lo es para todo el entero pueblo de bautizados: Dios no hace acepción de personas y ha sembrado sus dones en tantos corazones de hermanos, hermanas y hermanes queridos, que (al fin) vuelven a sentirse parte de la Iglesia a pleno derecho.

También experimenté una profunda compasión con el dolor ajeno. ¡Cuántas lágrimas! ¡Cuántos rostros llenos de emoción! ¡Cuántas historias de sufrimientos, algunas conocidas, de rechazo, de exclusión, de añoranza de la casa común! La compasión me lleva a ratificar mi opción preferencial por los más pobres, por los pequeños, por los más vulnerables dentro de esta comunidad y colectivo. Por último, siento una memoria agradecida del camino compartido, que para mí ya suma diez años de lucha por la construcción del Reino, el proyecto de Jesús, desde este ángulo en concreto. Memoria también de mis muertos, de quienes desearon ver y experimentar lo que yo tuve la gracia de vivir estos días, y no llegaron a ello. La memoria agradecida me abre a un futuro de esperanza y evangelio, de sueños compartidos y vividos, de opciones arriesgadas pero de Dios, que nos permitan experimentar otra Iglesia posible, otro mundo posible.

Mi querido Don Pedro Casaldáliga, no sé si por originalidad suya o citando a alguien, repetía continuamente: «Lo contrario a la fe es el miedo». Ha sido una auténtica experiencia de fe porque el miedo no tuvo lugar en nuestra asamblea. Hemos revivido el gozo de descubrirnos «vitales convivientes, conflictivamente hermanos, tiernamente compañeros».

Gracias, Señor, por ser testigo de este momento histórico, de este Kairós, de este tiempo de la Ruah que abre camino y hace posible una realidad nueva.

Cristóbal Rodríguez, es sacerdote diocesano de Tenerife, miembro de Padis+ Canarias. Hoy trabaja pastoralmente en Bolonia(Italia).